dissabte, 10 de gener del 2009

Hola



No sé si era mi idea empezar este blog sin una presentación o una reflexión previa sobre el título que lleva, pero bueno, toda presentación es un embrollo –si tengo que empezar a introspeccionarme me temo que no voy a concluir nada- y al fin y al cabo casi todos los que van a leer este post ya han visto algo de mis anteriores andadas cibernéticas (y no-cibernéticas), por lo que dejo a cada uno que se figure lo que sea.

Milan Kundera reflexionaba en La Insoportable Levedad Del Ser sobre el vértigo, y hoy me ha venido a la cabeza el tema. Kundera hablaba en el libro –a través del ejemplo de Teresa, una de las protagonistas- sobre “el llegar a lo más alto” y su intrínseca relación con el vértigo, “el deseo de caer”. Kundera se centraba más en la consecuencia: la caída, el tropiezo, la decadencia o la ceguera–súbita o no-; y tomaba el tiempo como una variable. Tarde o temprano, toda persona que deseaba “llegar a lo más alto” se encontraba de cara con el vértigo, el desequilibrio, las ansias de dejarlo correr y la desconexión.

La primera vez que leí el libro me llamó especialmente la atención este concepto. Primero, por lo habitual que es la sensación. Y segundo, no reparé en el “llegar a lo más alto”, porque me daba la impresión que el vértigo era una sensación que no siempre tenía que darse lugar en un proceso, en una ascensión progresiva. A mí me daba la impresión que el vértigo podía darse lugar en cualquier circunstancia que implicara una consecuencia en la que uno podía tener el as de perder, fuera la que fuera. Una situación corriente en la que una decadencia fuera posible.

La última vez que lo leí, por el contrario, reparé en el “llegar a lo más alto”. Hoy me he acordado de la frase y de la relación con el vértigo, pero también en el concepto aislado, despojado de toda consecuencia. “Llegar a lo más alto”, qué pretencioso y qué común a la vez. Supongo que todos tenemos este sentimiento en mayor o menor escala, dependiendo de nuestro proyecto de realización personal. “Llegar a lo más alto” puede ser tener un hijo o ser el presidente de los EEUU, un líder de masas o un recepcionista de hotel. En realidad, no tendríamos que juzgar las voluntades de “llegar a lo más alto”, pero lo hacemos. Todos penalizamos al empollón de clase que levanta la mano cada vez que el profesor pregunta, al que se lleva todos los premios de escritura del curso, al que seleccionan para un puesto de trabajo superguay y al que se forra especulando con su inmobiliaria.

Creo que el problema de “llegar a lo más alto”, es su formulación. En primer lugar, porque impone un límite que nosotros mismos por lo general no establecemos. Uno puede desear mucho algo en la vida, pero si ese “algo” fuera su punto álgido, la vida no tendría mucho sentido después de alcanzar esta meta. Para llegar a lo más alto, hay que saber qué es lo más alto, y hay pocos casos en los que se sepa, y, si se sabe, conciliarlo todo para que así ocurra. Y una vez sea, tener un motivo para seguir viviendo (y no, no hay que hacer comparaciones con la odiosa “Tu Vida En 65 Minutos”, eso no es llegar a lo más alto, eso es hacer el ridículo).

El otro es el fin y los medios para llegar a eso. En el caso de Teresa, despojada de toda afectación posible, la expresión “llegar a lo más alto” le va como anillo al dedo y, es más, induce empatía al cien por cien. Hay otros a los que no. Supongo que ésos son los que provocan los prejuicios y –muchas veces- perjuicios. Hay casos y casos de “llegar a lo más alto”, al final creo que todo radica en la actitud y en la autenticidad.

Y es que en esta era de pseudotodo, es muy complicado “llegar a lo más alto” poco a poco y a nuestro modo. O no se llega a ningún sitio o se llega a lo alto –que no a lo más alto- demasiado rápido. Parece que no hay un término medio. Y cuesta tanto encontrar lo genuïno. Para ello hace falta tiempo y trabajo, creatividad e innovación. Pero últimamente todo es tan inmediato que parece imposible, y qué coño, también nos conformamos con menos, nuestro nivel de exigencia y selección va bajando a la par que los años suben.

En fin. El ejemplo del querer "llegar a lo más alto" en el último caso del que hablaba es como ponerse a hablar de Spiritualized sin saber quién es Jason Pierce y qué fue Spacemen 3. Esto es música, pero la vida va llena de todo lo demás, y si nos pusiéramos a hacer símiles más detallados la lista sería interminable.

Yo no sé donde me lleva este blog. A lo más alto, no, pero es que tampoco lo quiero. “Ladies and gentlemen, were floating in space”.

1 comentari:

Anònim ha dit...

Empezar un blog con tal reflexión supone, al menos, una pretensión de gran calibre. Sí. No digas que no con la cabeza, todos queremos llegar a lo más alto pero el abismo no asusta, el sacrificio, las envidias, el quédirán, la felicidad...Nos han vendido que con poco seremos felices, y un carajo!
No queremos ser presidentes de EEUU, ni siquiera de la escalera. Necesitamos el dichoso equilibrio, la prespectiva.

En fín

Tengo tu libro de Kundera,