Dicen que los (que pensamos que son buenos) discos hay que interiorizarlos primero para poderlos valorar después. Esto es cierto, y yo soy de las que tiene tendencia natural a sobrevalorarlos a la primera escucha. Esto es lo que me pasó con “
Falling Off The Lavender Bridge”, el de
Lightspeed Champion, y luego tuve que tragar mis palabras porque ni era tan bueno como me pensaba que era a la semana de escucharlo ni acabó formando parte de
los discos que más me habían marcado del año, como anticipé que así ocurriría en su momento.
Ayer oí por primera vez el disco que
Sparklehorse publicó en 2001, “
Its A Wonderful Life”, y experimenté una especie de revelación que me afectó hasta durmiendo –he soñado con él-. Hacía tiempo que no escuchaba un álbum que me emocionara desde la primera hasta la última canción y me dejara con una sensación de “oh, ah, buf” tan aniquilante. Después del pase de rigor, activé el modo “repeat” una y otra vez hasta que me centré en cada una de las canciones.
Sparklehorse es, quizá, el grupo que más ha bebido de la influencia de
Grandaddy, uno de mis grupos de cabecera y que tengo la vana esperanza de ver reunificados en algún punto de mi trayectoria vital. Tanto, que escuchar “It’s a Wonderful Life” fue una sensación muy parecida a escuchar un nuevo trabajo del grupo (y si sumamos el tiempo transcurrido, la catarsis es más que comprensible), que, por otro lado, no comparte ni un solo integrante de Sparklehorse. Lo que sí me llamó la atención es que este disco no hubiera llegado antes a mis oídos, y más teniendo en cuenta los músicos invitados y las magníficas colaboraciones de las que goza.
Por ejemplo, los mismos Grandaddy o
Mercury Rev –cuya influencia es más que obvia. O
PJ Harvey, quien canta en “
Eyepennies”, o
Nina Persson (la cantante de The Cardigans, que colabora en "
Piano Fire"), o
John Parish. Y, cómo olvidarlo, el mismísimo
Tom Waits, quien presta su voz en la que yo considero la peor canción del álbum, “
Door Dog”. No es que la canción sea mala, simplemente no encaja con el resto.
Sea como sea, la de ayer fue una experiencia trascendental. Hoy me he levantando tarareando felizmente “
Gold Day” y pensando en los motivos que pueden llevarte a escribir una canción como ésta. En cómo a veces las cosas conspiran para que ese día que no te esperas se convierta en tu día, en tu día dorado. Lo que seguro que ni se imaginaban Sparklehorse es que una canción sobre eso podía llegar a convertir tu propio día en lo que cantan.
No sé hasta qué punto este álbum va a significar algo para mí. Si un día, una etapa o una trayectoria entera. Ni idea. Tampoco me quita el sueño, y si me lo quita, es para bien. Así que
dejo el link para todo curioso que quiera convertir su día en oro, independientemente de que lo consiga después o no.